jueves, 27 de diciembre de 2012

El Coleccionista VII

Continuando con el relato de mi vida friki, hoy quiero hablaros de alguien muy querido por mí. Mi primo Antonio (o Zayas como a él le gusta que le llamen). Es un tío genial, cosa que me demuestra cada vez que nos vemos, y además es el otro miembro de nuestra familia al que considero igual que yo: 100% friki. Me gusta pensar que semejante circunstancia es debida en gran medida a mi existencia. Me hace sentir bien. Mi primo es bastante más joven que yo. Le llevo quince años de diferencia, sin embargo, lejos de lo que pueda parecer, eso no ha sido nunca ningún handicap para que permanezcamos unidos. Supongo que por el hecho de que yo nunca me he sentido mayor. Ser friki también tiene esa ventaja. Sólo a un especimen de semejante doctrina social puede ir por la calle con más de cuarenta años con una camiseta de Superman y no sentirse ni ridículo, ni intimidado (y me estoy refiriendo a mí, que conste...). 

Mis tíos poseen una bonita casa en Coca de la Piñera en la que yo he pasado muchos buenos e inolvidables momentos. Antes de nacer Antonio, mis hermanos y yo pasábamos mucho tiempo con nuestros primos Zayas porque nuestras madres trabajaban juntas. Eso tuvo como consecuencia dos cosas. Una buena y otra mala. La buena es que nos criamos casi como hermanos y eso hizo germinar en mis primos la semilla friki que yo albergaba en mi interior y que luego ellos inculcaron en su hermano pequeño. Seguramente no sea así la cuestión, pero me gustas pensar que sí. La mala es que el hermano mayor de Antonio, mi primo Dani, y yo estábamos enamorados los dos de la misma chica (otra prima nuestra) y eso hizo que entre nosotros dos siempre hubiese un odio visceral de pequeños, que afortunadamente desapareció en el momento en el que nos hicimos adultos y se transformó en mucho cariño y respeto. En casa de mis tíos fue donde por primera vez vi una revista porno, que ignoro a quién pertenecía, pero que me dejó clavado en la silla cuando con nueve o diez años vi por primera vez una imagen de un coito. Er... sólo quería poner un ejemplo...

No sé si fue antes de nacer mi primo Zayitas o poco tiempo después, ocurrió algo catastrófico. Un sábado por la mañana mi hermano Carlos y yo estábamos en la cama leyendo comics. Concretamente nos encontrábamos releyendo la etapa de John Byrne de Los 4 Fantásticos (no sé si recordaréis que fueron los comics con los que empecé mi colección). Allí estábamos los dos, con un montón de comics en la mesita de noche. Carlos dormía encima de mi cama en su litera, pero aquel día no estaba Mario (mi otro hermano), no recuerdo por qué, y se había bajado a su cama para leer y charlar conmigo. Cuando llevábamos un buen rato, mi santa madre entró en la habitación para traernos el desayuno, que no recuerdo que era, pero supongo que algún dulce y, de esto sí me acuerdo, CAFÉ. Todo en una bandeja perfectamente colocado. Llegado a este punto mis recuerdos son confusos. Es como si de repente mi mente se quisiera olvidar de aquel lastimoso momento de mi vida. No me acuerdo si fue mi madre, si fui yo o si fue mi hermano, pero de lo que sí estoy seguro es de que en algún momento del continuum espacio tiempo de aquella fatídica mañana, la ley de la gravedad se cumplió a rajatabla y un vaso repleto de café hasta las trancas, por alguna causa que mi cerebro se ha esforzado al máximo por olvidar, fue a parar al lote de comics de Los 4 Fantásticos que había encima de la mesita de noche.

...
...
Os estaréis preguntando qué narices tiene esto que ver con mi primo, pero tranquilos, sigo contando. Tras la hecatombe y una vez limpiado todo cuidadosamente, fui a ver mi montón de tebeos con café con leche que no había querido ni mirar hasta aquel momento. Me imaginaba sus inmaculadas páginas, que ya no eran tan inmaculadas, teñidas de un sucio color marrón que me haría llorar a mares. Sin embargo, fue aún peor... No tuve en cuenta el azúcar. Cuando se secó, los comics se encontraban pegados unos a otros y al intentar despegarlos se destrozaron la mayoría. Estaba desolado. Había jodido parte de mi colección por gilipollas. Afortunadamente, mi amigo Jesús me salvó la vida. Por aquel entonces él ya se había hecho con gran parte de la misma colección y me dijo que si yo la quería me la vendía. Y es ahí donde entra mi primo Dani. Inexplicablemente, accedió a quedarse con mis defenestrados tebeos y me los pagó y con lo que saqué y algo más que puse yo, pude comprar los comics de Jesús. Imagino que por ahí empezaría años más tarde la pasión que mi primo Antonio tiene por los comics igual que yo. Pero ya seguiré hablando de él próximamente.


domingo, 9 de diciembre de 2012

El Coleccionista VI

El peculiar modo de almacenar comics que yo tenía no terminó en aquella nevera vieja. Como es natural, pronto también se quedó algo pequeña y tuve que buscar más espacio. En mi casa había una mesa de color negro de poliester arrumbada en algún rincón del piso. Nadie la usaba, era una mesa de esas bajitas para el salón, pero lo cierto es que estaba olvidada por todos nosotros. Mi padre la fabricó. En aquella época yo lo único que sabía del trabajo de mi progenitor era que "trabajaba en poliester", que era un material que hacía que todos los días llegara a casa sin que nadie pudiera ni siquiera tocarle los brazos porque hasta que no se duchaba y se quitaba la fibra de vidrio le picaba horrores. Así que ese era mi conocimiento sobre el poliester, que mi padre trabajaba con él y que las cabinas de las atracciones de la Calle Infierno en la feria eran de ese material. Bueno, pues él, algunas veces construía cosas. Todavía rueda por aquí un Niño Jesús que hizo de un molde que teníamos de no se qué juego y luego hizo también aquella mesa negra (bastante fea por cierto, pero práctica y funcional aunque nos olvidásemos de ella). Así que yo, que siempre estaba buscando sitio extra para que mis tebeos se encontraran más agusto, me apoderé de la poliester-mesa, la puse al lado de mi amada nevera y la llené de comics todo cuanto su reducido espacio me lo permitió.

Sin embargo, había un problema. Como recordaréis mi nevera estaba en la terraza y claro, lo que estuviera en su interior estaba salvado de la interperie, pero lo que había en la mesa no. Al poco tiempo me di cuenta de que todo lo que había encima suya se ponía perdido de polvo y adquiría un preocupante aspecto que no me gustaba nada. Decidí poner allí los comics menos queridos por mí (aunque eran muy poco menos queridos por mí que el resto, todo hay que decirlo...) y, en un alarde de genialidad sin parangón en la historia de la humanidad, cogí unas bolsas de basura, las abrí, las coloqué encima de los tebeos y las sujeté a la mesa con unas pinzas de la ropa para que el aire que entrara por la terraza no se las llevara. Fue una solución, pero en realidad no me llegó nunca a convencer demasiado. Menos mal que unos meses más tarde mi madre decidió tirar también un mueble viejo de cocina que, obviamente, me quedé yo.

Aquel horrendo artilugio que mi madre usaba en la cocina para guardar cosas, estaba hecho una pena. Estaba fabricado con metal, de una chapa no muy gruesa que tendía a abollarse bastante. Cuando la tuve en mi terraza no sabía por dónde empezar. Afortunadamente mi padre, otra vez él, me puso una mano en el hombro viendo mi cara de preocupación y dijo "vamos a arreglarlo..." . Así que nos pusimos manos a la obra. Entre los dos le quitamos toda la pintura vieja, lo lijamos y lo volvimos a pintar, pasando de ser de un color gris sucio a un bonito color marrón que apenas podía disimular lo feísimo que era, pero en aquellos tiempos no era tan normal como ahora que una familia de clase media pudiese amueblar su cocina con muebles como los actuales. En fin, mi colección seguía creciendo, pero de momento todo estaba controlado.




domingo, 18 de noviembre de 2012

Había una vez un Circo...

Había una vez un payaso. Uno que hizo que nuestra infancia fuera más infancia, más bella, más inocente. Que te hacía reír con ese humor blanco que, siendo ya adulto, recordarlo hace que se te ennoblezca el alma. Que cantaba contigo sin saber cantar y que cuando se iba acercando el momento de volver a encontrarte con él, ardías en deseos de ser el niño que más gritara "bieeeen" a su pregunta "¿Cómo están ustedes...?". En un mundo terrible como el nuestro, donde los gobiernos no gobiernan, donde el dinero y el poder está por encima de todo lo demás, donde la gente se quita la vida vencida por la desesperación y donde los poderosos oprimen a los débiles de mil maneras diferentes, es triste que él se nos haya ido. Ya no podremos volver a verlo si no es repasando hemerotecas. Nadie podrá entrevestitarle para que nos cuente la historia de su familia. Esa familia de payasos que tan bien conocíamos todos.

Yo era muy pequeño, pero recuerdo el sonido de mis carcajadas y las de mis hermanos cuando lo veíamos en la tele. Hoy el mundo está un poco más vacío y entre este maremagnum de amargas desdichas que nos afligen a diario, es posible que nadie se dé cuenta de ello. Hoy el mundo está más triste aún si cabe. Se nos ha muerto nuestro amigo. Uno de los mejores. Adiós, Miliki. Espero que puedas llevar tu alegría allá donde vayas. Te echaremos de menos...

domingo, 11 de noviembre de 2012

El Coleccionista V

Como decía, pronto fue evidente que las habitaciones de mi casa (y el famoso ropero) no se iban a estirar como yo quisiera para seguir metiendo mis comics, así que, como se suele decir, situaciones desesperadas requiereen medidas desesperadas. Ya había demasiados tebeos para tan poco espacio así que tuve que improvisar. 

Mi madre decidió comprar un frigorífico nuevo. Esto, que a priori pareciera no tener la menor transcendencia en el devenir de mi bonita colección, resultó ser un punto de inflexión en la historia del almacenamiento tebeístico mundial. Porque yo pensé, "¿y ahora con esa nevera qué va a pasar?" Era un aparato pequeño. De hecho, yo con quince años era más alto que él, de esos que tenían un pequeño congelador en la parte de arriba, dentro del habitáculo tras la puerta. Era marca Aspes, jamás lo olvidaré. Pues bien, mi madre me contó el triste destino que tan útil utensilio iba a padecer. Lo iban a tirar a la basura. Así que yo, solidarizándome con aquel pequeño electrodoméstico, le dije que de eso nada, que lo iba a usar para meter mis comics. Mi santa madre, tras mirarme totalmente pasmada y viendo que yo hablaba completamente en serio, dijo "Bueno, vale...", y empezó el proceso de adaptación de aparato para conservar alimentos a armario para guardar cultura. Evidentemente, mi madre no quería un frigorífico en medio del salón y en mi dormitorio no cabía, así que inexorablemente fue confinado a la triste interperie sevillana y tuve que ponerlo en la terraza. Por otro lado tampoco era un problema, si se había llevado años cerrándose herméticamente para que no se estropeara la comida, también lo haría para que a mis comics no les diera ni el aire. La terraza del sitio donde vivía por aquel tiempo era grande, así que quedó perfecto en uno de sus rincones.

Para mí fue fantástico y encontré una nueva forma de disfrutar. Aquellos tebeos estaban más que leídos, pero a mí me encantaba coger una pequeña silla de mimbre que mi abuela tenía de color rojo, abrir la puerta de mi nevera, colocarla delante y sentarme para disfrutar orgullosamente de toda mi colección. De todas formas tuve que hacer funcionar mucho mi cerebro para que todos mis ejemplares estuvieran en perfecto estado, porque claro, aquello no era una estantería. El principal problema que encontré fue que no tenía estantes de madera lisa donde pudieran reposar tranquilamente con todo su peso sin que sufriean ningún percance. Claro que no. Como todos los frigoríficos, en vez de baldas para poner cosas tenía aquellas molestas rejillas. Sí, por supuesto que los comics podían descansar perfectamente en aquellas cosas sin quejarse, pero yo, que amaba a mis "hijos" con devoción, me percaté de que si los dejaba tal cual, las varillas de aquellas rejillas acababan por quedarse señaladas en la contraportada del cómic que estaba abajo del todo y eso no podía ser. Pero encontré la solución. Tenía (aún tengo) unos álbunes de cromos de esos que regalaban antiguamente con los yogures Danone. Ya sabéis, el Naranjito, Willy Fog... y ellos fueron los encargados de hacer de somier para el completo relax de mis tebeos.

Pero claro, los electrodomésticos tampoco habían adquirido la capacidad de mutar y hacerse más grandes. Así que tuve que tomar medidas nuevas. Mi famosa mesa negra...

viernes, 12 de octubre de 2012

El Coleccionista IV

En esas me encontraba. Acababa de hacerme oficialmente coleccionista y mi frikismo ya le estaba ganando terreno a todo lo demás. En mi casa había siempre comics sueltos por todos sitios (para desgracia de mi madre), sin embargo, a partir de entonces estarían algo más ordenados. Empecé a meter mis tebeos de los 4F en mi ropero. Había un espacio perfecto en la tabla que cubría los cajones de la parte de abajo. Perfecto, aunque pronto se volvió demasiado pequeño. A mí me encantaba ir a mi ropero, sacar mis comics, ojearlos y volver a ordenarlos orgullosamente. Como dije en mi anterior post, comencé en el número 19 así que me tuve que hacer con los otros dieciocho números poco a poco. En aquella época de pleno crecimiento adolescente tenía un pequeño problemilla. Era extremadamente delgado y bastante alto y, según decía el médico, si me levantaba de un asiento, por ejemplo, demasiado deprisa, a mi corazón no le daba tiempo de mandar la sangre necesaria a mi cerebro y solía marearme bastante. Pero no me dijo el doctor que podría haber más casos en los que podría marearme, así que un día se me ocurrió mirar si mis tebeos estarían mejor en la parte de arriba del ropero que en la de abajo. Mi habitación era pequeña y en ella teníamos la cama de mi hermano mayor y dos literas, una encima de la otra, donde dormíamos mi hermano pequeño y yo. Para mirar arriba, me subí por las literas, por la parte de los pies y cuando llegué arriba del todo me maree y lo siguiente que recuerdo es estar tendido en el suelo bocarriba.

En fin, batacazos aparte, el caso es que mi instinto de protección con respecto a mis comics creció ostensiblemente. Tenía catorce años y esta manía iría creciendo exponencialmente conforme fuera creciendo. Fue entonces cuando conocí a mi amigo Jesús. 

¿Qué puedo decir de él? Es una persona magnífica, que lleva siendo amigo mío desde entonces y que, a pesar de todas las dificultades, seguimos en contacto. Yo tenía un compañero de clase en el colegio que era amigo suyo y, cuando descubrió mi pasión por los comics, me dijo que me lo presentaría. Curiosamente, estaba también en nuestro mismo colegio. Jesús era un apasionado de Spiderman. Es un tío tan estupendo, que nada más conocernos nos hicimos grandes amigos. Me encantaba hablar con él de tebeos. Yo estudiaba en un colegio religioso y la verdad es que desde siempre me había sentido allí como alguien que no encajaba y me pasaba el tiempo del recreo deambulando por el enorme patio del colegio a ver si veía a mi amigo para charlar. Sin embargo, él no era igual que yo. Se sentía perfectamente allí (de hecho, hoy día es profesor de religión) y siempre me lo encontraba jugando al fútbol. Además, había otro problema. Yo estaba en 8º de EGB y el en 1º de BUP, por lo que nuestros horarios eran completamente distintos. Entraba a clase una hora antes que yo y salía al recreo antes, con lo cual tenía que esperar al fin de semana. Eso sí, el finde nos desquitábamos. Solíamos montar en nuestras bicis y recorrer Sevilla entera buscando tebeos atrasados que nos faltaran. Sobre todo yo. Él tenía una gran colección de Spiderman y le era complicado encontrar algo que no tuviese. Cuando encontraba algo era toda una fiesta. La mayor aportación que me hizo Jesús fue hacerme descubrir el formato Novela Gráfica. Poseía una: La Muerte del Capitán Marvel y quedé maravillado con esos colores y esa edición y, por supuesto, con aquella gran historia de Jim Starlin. También pude leer completa su colección de Spiderman, que, finalmente, con el paso de los años, acabó en mis manos (que no veas si me llevé tiempo pagándosela...). Y con todo esto y mi adquisición de nuevas colecciones ocurrió lo inevitable. Mi casa no crecía, pero mis montones de tebeos sí.

lunes, 8 de octubre de 2012

El Coleccionista III

Estaba atrapado. Era algo imposible de evitar. Como cuando estás comiendo pipas de girasol y la lengua y los labios te arden y te duelen a niveles sadomasoquistas y sigues comiendo. En todo esto que cuento, he obviado los comics de la editorial Bruguera. No le quito mérito a lo que esta empresa construyó en pos del cómic en nuestro país, pero en cuanto a superhéroes, en fin, digamos que siempre he pensado que la editorial Bruguera ha sido el  peor enemigo que ha tenido Spiderman en toda su carrera superheróica. En aquel momento lo que a mí me flipaba absolutamente eran los Comics Forum. Eran una pasada. En perfecto color cuatrimétrico de glorisos puntitos y lo más importante: ¡¡INÉDITOS Y EN ORDEN CRONOLÓGICO!! Aquello fue el extásis más absoluto. Sólo había un problema. Yo era un tierno infante de apenas doce años que tenía menos dinero que un "pobre banquero de Bankia" y los Comics Forum eran caros (95 ptas. por ejemplar, ¡Dios santo!). Así que tuve que esperar un par de años más para poder comprar esos comics de forma regular. Digamos que el momento en el cual me hice definitivamente coleccionista, ocurrió casi tres veranos después.

Un primo mío vivía en un pueblo de Sevilla, Castilleja de la Cuesta, en un chalet con piscina y pasé varias temporadas veraniegas en su casa. Yo había seguido comprando tebeos de saldo en la librería Codesal, así que no había perdido jamás el contacto con el noveno arte, pero no iba mes a mes al kiosko a comprar comics. Un día, mi primo y yo estábamos aburridos en su casa y pensamos en ir a una tienda de su barrio que tenía revistas y ese tipo de cosas. Decidimos comprar un par de Comics Forum para leer algo y entretenernos. Jamás se me olvidará. Yo compré el número 19 de Los 4 Fantásticos y mi primo el número 19 de Thor. El de Thor no lo recuerdo mucho, pero el que yo compré lo tengo tatuado en el cerebro. Aquella portada misteriosa era superintrigante. Una silueta blanca sobre fondo rojo y en su interior unas frases muy atrayentes "¿Quién es? ¿Qué es...?" De nuevo quedé prendado de un tebeo irremediablemente. Y luego estaba el interior. Un tío que se llamaba John Byrne que dibujaba de maravilla y además escribía las historias. Hoy en día no es demasiado anormal ver a un autor haciendo las dos cosas, pero en aquella época era asombroso. Además este hombre lo hacía todo. Escribía, dibujaba y entintaba. Al principio tenía la sensación de que dibujaba a los 4F demasiado escuálidos, pero en un par de números me di cuenta de que era un gran dibujante, es más, durante muchos años para mí fue EL DIBUJANTE.

Y fue entonces cuando empezó realmente mi colección y con ello también comenzó mi ansiedad. Tened esto en cuenta. Yo tenía trece o catorce años. Cuando tienes esa edad el tiempo pasa maravillosamente despacio. Recuerdo que mi cómic de Los 4 Fantásticos salía a la venta el último viernes de cada mes. Todos los días, de camino al colegio, pasaba por delante de un kiosko que ponía los tebeos nuevos cogidos con una pinza de la ropa en un alambre (lo sé, a mí también se me pone la carne de gallina cuando lo recuerdo, pero a ver, no había librerías especializadas en Sevilla) que tenía colgado por encima de la cabeza de todo el mundo, en la ventana por la cual el quiosquero despachaba a sus clientes. Pues bien, todos los días pasaba por allí con la esperanza de que mi cómic nuevo estuviese allí (aún sabiendo que no era el último viernes del mes) y la espera se me hacía desesperadamente eterna. Además, cuando ya me hice mayor y seguí con mi afición era diferente. Un "continuará..." al final del número del mes no tenía tanta importancia porque compraba muchos comics y el tiempo pasaba mucho más deprisa, pero entonces era la única colección que llevaba y para mí era un suplicio.

Pero eso empezó a cambiar. Por aquel tiempo sólo compraba comics Marvel y tenía muy inculcado desde siempre que las diferentes colecciones estaban muy relacionadas entre ellas y yo me quería enterar de todo. Así que mi colección empezó a crecer peligrosamente...

sábado, 15 de septiembre de 2012

El Primero

Todo esto comenzó contigo. Tú nos abriste paso. Tuvimos suerte, bueno, lo de suerte habría que preguntarlo, pero lo cierto es que el hecho de que nosotros tres fuéramos varones todos simplificó bastante las cosas. Tú fuiste el primero en llegar tarde a casa cuando papá te había dicho que no lo hicieras. Fuiste el primero que decidió que, aún siendo menor, nada pasaría por tomar algo de alcohol. Nos abriste camino a los que vinimos después.

Yo no sé qué habría sido de mí de no haber existido tu guía en mi vida. Probablemente, hoy no sería tal como soy. Tu sensatez y tu inteligente forma de pensar influyeron mucho en mi forma de hacer las cosas. Entre nosotros nunca ha existido el odio, la rabia o la envidia. Somos incapaces de pensar en términos negativos cuando pensamos el uno en el otro. He tenido la mala suerte de necesitar mucho apoyo en momentos muy difíciles de mi vida y siendo muy joven, pero no me han faltado pilares donde poder descansar porque entre Carlos y tú mis necesidades siempre han estado cubiertas.

Eres un tipo inteligente. Estoy convencido que el más inteligente de nosotros tres. Eso ha hecho que nuestra mente siempre se haya sentido inquieta y haya intentado alcanzar inexorablemente algo más de lo que tenía. Yo te necesito en mi vida y espero que a ti te pase lo mismo conmigo, porque voy a estar apoyándote durante el resto de mi vida siempre que lo necesites. Hoy es el día en el que tu vida continúa, con sus cosas buenas y malas, pero no te equivoques, aquí estaré yo para paliar cualquier problema que te pueda surgir. Es una promesa. Te deseo la más eterna felicidad que pueda alcanzar un ser humano porque te lo mereces y no te quepa ninguna duda de que serás feliz.

Gracias por todo, hermano. Feliz cumpleaños.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El Niñato

Hace mucho que no hablo de fútbol en mi blog y, desde luego, no voy a comentar ningún partido ni nada de eso. No, aquello pasó a la historia. Ya no me apetece hablar de deportes aquí. Sin embargo, hay algo que me tiene ofendido e indignado hasta rayar en lo insoportable. Y sí, una vez más es ese millonario extremadamente gilipollas, creído y pagado de si mismo que es Cristiano Ronaldo. Y es que no sé si este chico es imbécil o es que se cree que nosotros sí lo somos.

Pues bien, resulta que la pobre criaturita ESTÁ TRISTE. Así, con dos cojones. Y lo suelta en una entrevista en la tele y se queda tan ancho el impresentable. O sea una persona que gana 27,5 millones de euros entre el fútbol y la publicidad, ESTÁ TRISTE. Cuidado, yo no digo que un veinteañero rico, guapo, que se dedica a lo que le gusta, que seguro que folla más que tú y que yo, que no le faltará de nada en su vida ni a él ni a sus descendientes en varias generaciones, no pueda estar triste. Claro que puede, pero, lo siento, particularmente a mí me toca las narices, por no decir otra cosa.

Cristianito, hijo, no te apenes. Cómprate un ferrari nuevo o algo. Cómprate una isla y te vas a tomar el aire en ella y déjanos en paz que bastante tenemos los ciudadanos de a pie con la que está cayendo, como para que vengas tú a abrir la boca y soltar semejantes sandeces. Si no te valoran en tu mierda de club, jódete. Si te sirve de consuelo, yo jamás te he valorado. Eres un jugador excelente, no me cabe duda, pero eres extremadamente imbécil y desconsiderado con el resto de la población mundial que las está pasando canutas. Así que si estás triste, cómprate un perro.

Pero, si la actitud del niñato este me enerva, todavía me pone peor la cobertura que los "medios de comunicación" le están dando a esta estupidez. A mí me da exactamente lo mismo que Cristiano Ronaldo esté triste, escupa en un partido, se tire un pedo o que se masturbe con dos piedras. Me trae sin cuidado. Me encanta el fútbol, pero no me importa una mierda la vida de esos veintidos millonarios que todas las semanas se dedican a patear una pelota para el deleite del populacho. Así que, Cristianito, "miarma" si estás triste JÓDETE.

Es que me pone enfermo el imbécil este...

miércoles, 29 de agosto de 2012

El Coleccionista II

Bueno, pues ahí estaba yo. Con menos de cinco años y dispuesto a hacer que mi cerebro se convirtiera en un disco duro repleto de datos de esos que hacen que la gente te mire de forma extraña. Como ya dije, el responsable de todo fue mi padre. La primera vez que vi un cómic fue porque mi padre lo trajo a casa. Él tenía un amigo que trabajaba, o algo parecido, no lo recuerdo bien, en una librería donde, además de libros, también tenían comics a precio de saldo. Papá decía que él llegaba allí y su amigo le tenía preparado un buen lote de comics de la antigua editorial Vértice. Ni siquiera los elegía. Simplemente, los cogía y se los traía a casa. A mí me fascinaron desde el primer momento. Tanto es así que me acuerdo perfectamente de el primer tebeo que vieron mis ojos (bueno, no sé si era el primero, pero sí es el primero que recuerdo). Aquí os dejo una imagen de la primera página de aquel cómic (evidentemente, en una edición más reciente, no la de Vértice). Sólo recuerdo esa página de aquel tiempo. La Cosa frente a frente con Galactus. Glorioso.

Aquel cómic fue el detonante de lo que sería una pasión que, aunque bastante más mitigada, perdura hoy en mi vida. Antes no teníamos internet. Los videojuegos de entonces no eran tan adicitivos como los de hoy y sus pretensiones eran bastante más modestas. La tele era bastante aburrida. Lo único interesante para mí eran los dibujos que echaban después del telediario de la tarde del sábado en la primera cadena y poco más. Así que mi único entretenimiento eran los tebeos y jugar al fútbol en la calle y los deportes nunca han sido muy fuerte.

Al principio yo seguí la estela de mi padre. Cuando ya me hice un poco mayor y podía salir solo, comencé yo a comprar mis propios comics y no necesité que nadie me los trajera a casa. Recuerdo que mis hermanos y yo íbamos a una librería llamada Codesal, que estaba ubicada en el barrio de El Cerezo (hoy día creo que es un laboratorio de análisis clínicos o algo así...) y que, además de libros, vendían revistas y comics a precio de saldo. Algo parecido a lo que mi padre compraba para nosotros cuando éramos más pequeños. La única, e importante, diferencia era que ahora podía elegir yo qué comprar. En cuanto reunía aunque sólo fueran cincuenta pesetas o veinte duros, nos acercábamos a la librería a gastarlo. Cuando la señora mayor que regentaba aquel establecimiento nos veía entrar por las puertas, se echaba a morir, porque sabía que nos llevaríamos allí toda la tarde hasta que decidiéramos qué ibamos a llevarnos, revolviéndolo todo y dándole el coñazo.

En aquel tiempo yo aún no era un coleccionista propiamente dicho. Lo que vendían en aquel sitio era todo material de saldo, por lo que casi siempre tenían las mismas cosas y los mismos títulos y había pocos cambios. Recuerdo que me sabía de memoria todos los comics que vendían allí. Presumía de haber leído todos los números de Spiderman del volumen 3 de Vértice, hasta los que eran en color. Pero un día ocurrió algo mágico. Iba caminando por la calle y en el suelo encontré un trozo de la página de un cómic (sí, ahora lo pienso y me horroriza un crimen semejante, pero...). Por las viñetas que aparecían deduje que era de Spiderman y lo más importante era que, ¡¡yo no lo había visto en mi vida y no lo había leído!!

Y entonces ocurrió. Había llegado Planeta DeAgostini y con ellos los Comics Forum...

miércoles, 22 de agosto de 2012

El Coleccionista I

Soy un friki. Es algo sabido por todos mis conocidos. Es como si fuera algo inevitable. No sé de dónde me viene esto. No conozco a ningún antepasado mío que fuera friki. Claro que, pensándolo bien, nací en una época no muy buena y lo cierto es que mi familia tampoco tenía demasiado dinero para frikadas en aquel tiempo (nada más allá de ser un capillita de Semana Santa o de mi madre que ha resultado ser una friki del programa de "Se llama copla", bua...).Vamos, algo parecido a la actualidad. El caso es que llevo siéndolo toda mi vida. No voy a decir que con orgullo, tampoco creo que haya que estar orgulloso porque te guste algo mucho, pero desde luego sí que mis aficiones me han llenado momentos muy duros en mi vida que, si no hubiesen existido, habrían sido mucho peores.

La culpa de todo esto la tiene mi padre. Veréis, en alguien tengo que descargar la culpa, porque os aseguro que yo solo no habría llegado a ser así. Ya lo llevaba en mis genes, no porque mi padre sea un friki (que no lo es en absoluto), sino porque todo me vino por su afición a la lectura. Mi progenitor es un lector empedernido. Lee todo cuanto cae en sus manos, sea bueno o malo, quiero decir, lo lee todo aunque de entrada sepa positivamente que lo que se va a meter en su cerebro en ese momento sea una auténtica basura. Así es él. El caso es que, sea por esto que os cuento o sea porque yo era un crío muy espabilado, con tres años y medio ya sabía leer. En serio. Mi madre suele contar una anécdota graciosa de cuando yo era pequeño. Resulta que ella y yo íbamos en un taxi un día siendo yo pequeñito. Yo iba leyendo todos y cada uno de los carteles que iba viendo por la ventana del coche en voz alta. El chófer, que probablemente estaba bastante jodido porque yo no parara de hablar, dijo:
- ¿Qué, señora?, que el crío se conoce los carteles de memoria, ¿no?
Imagino que a mi madre aquella pregunta no le pilló por sorpresa y supongo que ya debió de haberse visto en situaciones parecidas, así que contestó: 
- Pues no, es que mi hijo sabe leer.
Yo era muy pequeño y no recuerdo nada de esto,  pero estoy seguro que aquel hombre pensaría que todos los padres se creen que sus hijos son unos portentos y que mi madre no iba a ser menos, así que dijo: 
- Venga ya, señora. ¿Cómo va a saber leer un niño tan pequeño?
- Lo único que puedo  decirle es que si no me cree, dele algo para que se lo lea y así se convencerá usted mismo.
Supongo que el conductor del taxi sonreiría y pensaría "Esta es la mía..." pensando que aquella mujer iba a quedar en ridículo, así que le hizo caso a mamá y me dio su DNI (¿os acordáis de cuando eran de color azul?), y yo hice lo que tanto me gustaba hacer, cogí aquel carnet y se lo leí de principio a fin. El hombre, pasmado y con la boca abierta dijo:
- Porque lo estoy viendo, si no jamás lo creería...

Y fue por aquella época cuando una semilla en mi interior empezó a germinar...

domingo, 17 de junio de 2012

Religión: el invento más terrorífico de la humanidad

Yo no creo en Dios. Es algo que cualquiera que me conozca lo sabe. No creo porque me resulta ilógico, imposible y, desde mi perspectiva personal, bastante ridículo. Y os aseguro que nada me gustaría más que tener a lo que agarrarme en momentos de desesperación, pero no, desgraciadamente no puedo creer que un ente sobrenatural nos haya creado y que luego nos haya olvidado completamente para darnos "libre albedrío". No soy padre, pero tengo claro que si lo fuera no dejaría a mis hijos hacer lo que quisieran al menos hasta no alcanzar la madurez necesaria para no autocastigarse, que dicho sea de paso, es evidente que eso es algo que la humanidad no está dispuesta a hacer nunca. A pesar de todo, soy muy respetuoso con todos los creyentes. A mí no me parece mal que haya gente que piense de forma diferente. Como ya digo, me encantaría pensar de la misma forma, pero no puedo. 

Ahora bien, una cosa es creer en Dios y otra bien diferente es creer o cumplir las doctrinas impuestas por una religión o hacer ESTUPIDECES para demostrar lo muy fantástico que se es porque eres creyente de un dogma determinado. Sinceramente, por ahí no paso. Siempre he pensado y creo que será una idea que me acompañará por toda la eternidad, que la religión, sea la que sea, es el peor invento que ha creado la humanidad. Y además con diferencia. Ni siquiera el arma de destrucción masiva más mortífera creada por el hombre puede llegar a los niveles de maldad que cualquier religión pueda tener en este mundo. Son muchas las barbaridades que en este planeta se han hecho por religión. La gente muere por la religión a diario y viene haciéndolo desde el principio de los tiempos. Los católicos dicen que el aborto es pecado, que usar un condón es pecado y que si no lo usas y te mueres de sida, te jodes. El islamismo tiene a sus mujeres sometidas a un machismo exacerbado que las hace sufrir lo indecible. Se hacen ablaciones genitales (cortar el clítoris) a niñas y se las mutila por religión y así podría llevarme todo el día. Yo me crié en un colegio católico. Posiblemente no todo el mundo que haya estado en un colegio religioso piense igual que yo, pero para mí fue una de las experiencias más traumáticas de mi vida. Gracias a estos curas soy como soy actualmente. Si no hubiese visto allí las cosas que vi seguramente hoy seguiría creyendo.

Una vez dicho todo esto, os explico cuál es el motivo real de este escrito. No es otra cosa que la profunda indignación que siento con la costumbre que mucha gente ha adquirido de poner en las redes sociales cartelitos vanagloriándose de lo guay que es creer en Dios y de lo "chachipiruli" que es este mundo si eres creyente con la que está cayendo. Veréis, que a mí me parece muy bien que la gente crea en lo que quiera, pero lo que me pone de los nervios es todo eso de "si Jesucristo forma parte de tu familia, dale a compartir", "si Dios ilumina tu vida, dale a compartir" y estupideces semejantes. Porque sí, yo respeto a todo el mundo, pero me sienta fatal que constantemente haya gente que quiera hacernos creer que si "compartes" todo eso eres cojonudo y si no, eres un ateo que va a ir al infierno (aunque pensándolo bien el infierno tampoco existe, con lo cual...). Yo no voy poniendo cartelitos diciendo "si crees que creer en Dios no tiene sentido, dale a compartir". Reconozco que puede parecer una postura infantil, probablemente lo sea, pero es que cuando veo esos fastidiosos cartelitos es que siento una vergüenza ajena que me tira de espaldas. Y ya el colmo fue hace un par de días. Mi novia estaba mirando su facebook y una de sus amistades había colocado un cartelito en el que aparecía una foto de un grupo numeroso de cadáveres achicharrados y bajo la imagen una leyenda que decía con mucho orgullo algo así como que estas personas habían sido quemadas vivas por no haber querido renegar de Cristo y que qué estarías tú dispuesto a hacer por no renegar de Él. Y encima a la amiga de mi novia le parecía todo perfecto, vamos, lógico, que eso es lo que había que hacer. Pero vamos a ver, ¿estamos locos o que es lo que pasa? A mí me viene un tío, con un encendedor y una lata de gasolina y me dice que reniegue de Cristo y yo reniego hasta de mi propia madre si hace falta. Joder, que no estamos en la edad media. Una vez más la humanidad me estaba dando la razón: la religión es el invento más terrorífico jamás creado.

viernes, 23 de marzo de 2012

Hace catorce años...

Hace catorce años, cuando la primavera esperaba impaciente el pistoletazo de salida, cuando el triste invierno tocaba a su fin y las primeras flores de la temporada hacían su aparición tímidamente, el tiempo decidió que era un buen momento para detener su andadura. El planeta Tierra sonrió al sentir en su interior el calor de la llegada de un ángel. Ella era todo lo que se esperaba y aún más. Hermosa como un cielo azul, tranquila como la luna y con una sonrisa que deslumbraba la habitación más oscura que pudiera imaginarse. Yo era muy joven. Sólo tenía 27 años. Jamás en mi vida pude llegar a imaginar que aquella cosita pequeña y preciosa podría llenar mi corazón de tanto orgullo y de tanto cariño. La miraba y la piel se me erizaba de una forma que no había sentido nunca. Yo, muy a mi pesar pues no he tenido la suerte de ser padre, sólo era su tío. Sabía que en su organismo apenas habría rastro alguno de mi ADN, sin embargo, la sentía como si fuera algo mía, como si yo hubiese contribuido a realizar aquel milagro.

Mi sobrina se ha convertido en una hermosa mujercita. De esas que los adolescentes no pueden dejar de mirar. Ilumina el suelo que pisa con esa belleza tranquila y sosegada que la caracteriza. Los relojes se detienen a su paso y el sol no se digna a aparecer si sabe que ese día ella no saldrá de su casa. Dicen que tiene una edad difícil, que los adolescentes son complicados, mas lo cierto es que por encima de todo, lo verdaderamente difícil es no quererte. Escribo todo esto con lágrimas en los ojos por lo que significas para mí, porque sin ti mi vida sería muy diferente, aunque te parezca que no estoy pendiente de ti o no te hago caso. Mis lágrimas son porque a pesar de todo, a pesar de que puedas pensar que a veces estás sola en este mundo, no lo estás. No soy tu padre. No tuve esa suerte. Sólo soy tu tío, pero te garantizo que nadie en este mundo podrá decirte nunca que no siento nada por ti. Y desde el fondo de mi corazón deseo decirte que hoy, más que nunca, te quiero mucho y que eso no cambiará nunca.

Feliz cumpleaños, cariño...

miércoles, 7 de marzo de 2012

A veces se me escapa...

Me considero una persona que, a pesar de ser extremadamente sentimental, intento siempre que mis pensamientos se muevan siempre en la senda de la lógica. Últimamente aún más si cabe. Estos meses he cambiado mucho. He sufrido una metamorfósis y al fin he aparecido fuera de mi crisálida. Ya no es todo negro. Puede parecer una paradoja dada la situación mundial que nos atenaza, pero así es como me siento. Casi he conseguido no preocuparme por problemas insolucionables y me he dado cuenta que, como dice mi santa madre, "de todo se sale...". Y con esta nueva forma de observar las piedras que el destino te va poniendo en el camino, me ha quedado claro que las cosas se van solucionando poco a poco. Al menos las que se pueden. Esto no significa que sea feliz. No creo que nadie pueda presumir de encontrarse en semejante estado utópico, pero yo sí puedo decir que al menos no soy infeliz, que no es poco dadas las circunstancias.

Sin embargo, ¿qué se puede hacer cuando se te escapa el control? Considerando que no creo que nadie pueda atribuirme a mí un adjetivo tan ordenado como controlador, porque no lo soy, resulta bastante caótico. No soy de esas personas que intentan que no se les escape nada. Ni mucho menos. Incluso me atrevería a decir que soy bastante tontorrón en ese sentido, pero cuando en una situación que creo controlada, surge un descabellado imprevisto (desde el prisma de mi perspectiva, por supuesto...), me siento más desolado que Spiderman en un descampado. Entonces surgen las dudas. ¿Lo estaré haciendo bien? Esa es la pregunta que más me atormenta. Porque yo me esfuerzo para que las cosas salgan bien, claro que sí, pero, ¿y si en realidad me estoy equivocando? ¿Y si lo que estoy haciendo no es lo que se espera de mí? ¿Y si todo se reduce a que, definitivamente, en realidad soy un idiota?

Tantas preguntas sin respuesta sólo me llevan a lo que yo considero mi demonio personal: la tristeza. No quiero entrar ahí, creedme, pero es difícil no hacerlo cuando te percatas de que no debes estar haciéndolo todo lo bien que piensas. Y no es que yo quiera vivir en un mundo perfecto, tampoco es eso, pero hay determinadas cosas en mi vida que necesito que vayan sobre ruedas. Supongo que tendré que seguir luchando para que eso ocurra sin desanimarme, pero hay veces que es tán difícil...