domingo, 18 de noviembre de 2012

Había una vez un Circo...

Había una vez un payaso. Uno que hizo que nuestra infancia fuera más infancia, más bella, más inocente. Que te hacía reír con ese humor blanco que, siendo ya adulto, recordarlo hace que se te ennoblezca el alma. Que cantaba contigo sin saber cantar y que cuando se iba acercando el momento de volver a encontrarte con él, ardías en deseos de ser el niño que más gritara "bieeeen" a su pregunta "¿Cómo están ustedes...?". En un mundo terrible como el nuestro, donde los gobiernos no gobiernan, donde el dinero y el poder está por encima de todo lo demás, donde la gente se quita la vida vencida por la desesperación y donde los poderosos oprimen a los débiles de mil maneras diferentes, es triste que él se nos haya ido. Ya no podremos volver a verlo si no es repasando hemerotecas. Nadie podrá entrevestitarle para que nos cuente la historia de su familia. Esa familia de payasos que tan bien conocíamos todos.

Yo era muy pequeño, pero recuerdo el sonido de mis carcajadas y las de mis hermanos cuando lo veíamos en la tele. Hoy el mundo está un poco más vacío y entre este maremagnum de amargas desdichas que nos afligen a diario, es posible que nadie se dé cuenta de ello. Hoy el mundo está más triste aún si cabe. Se nos ha muerto nuestro amigo. Uno de los mejores. Adiós, Miliki. Espero que puedas llevar tu alegría allá donde vayas. Te echaremos de menos...

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