miércoles, 16 de febrero de 2011

La realidad supera a la ficción

Yo una vez era joven. Bueno, más joven. Tan joven que pensaba que nunca dejaría de serlo tanto. Cuando tenía unos veinticuatro años tenía una novia. Una de las que tuve. Era una chica agradable, con unas piernas largas y torneadas. Y tenía la inmensa suerte de tener novia con casa propia. Eso significaba que era más afortunado que los que sólo tenían novia. Vivía en el Tardón, en Triana, pero no era de aquí. Era del País Vasco. Sus padres eran de un pequeño pueblecito de Sevilla y ella, en un afán de conseguir libertad, les dijo que se iba a estudiar allí. Sabía que sus progenitores no se negarían a que su niña se fuera de casa si se iba a su Sevilla de su alma. Así que se vino. Yo la conocí en un bar que había en la calle Adriano y, al parecer, llegamos a enamorarnos. Como digo, tenía un piso. Cuando la conocí vivía en otro sitio, pero los padres se jubilaron y se vinieron de San Sebastián a su pueblo y compraron el piso del Tardón. Y allí vivía mi novia. Yo pasaba mucho tiempo en su casa y muchas noches, asqueado ante la idea de tener que coger dos autobuses para llegar a Pino Montano, me quedaba a dormir allí. Dormíamos juntos en una cama de matrimonio.


Un viernes me quedé como tantos otros y pasé la noche. A la mañana siguiente, una preciosa y soleada mañana de sábado, mi novia se levantó antes que yo. La sentí ir hasta el servicio y cuando volvía a la habitación sonó el timbre del portero electrónico. En principio, no le di demasiada importancia. Podría ser el cartero. Pero luego pensé, ¿el cartero? ¿en sábado? Imposible. Empecé a ponerme un poco nervioso, no demasiado porque estaba un poco dormido todavía, pero una ligera inquietud comenzó a albergarse en mi interior. Luego, como un amargo epitafio tallado sobre la superficie de la lápida de mi tumba, unas palabras pronunciadas por mi novia pusieron a mi sistema nervioso en situación de alerta:

"Sí, mamá, er... vale, mamá"

¿Mamá? ¿Cómo que mamá? ¿Te refieres a esa simpática señora que te hizo llegar al mundo? ¿Esa que va acompañada siempre de un guardaespaldas con unas manos más grandes que mi cabeza y que dice que es tu padre? ¡Dios santo!

Sentí a mi novia precipitarse sobre la puerta del dormitorio. Tenía la cara blanca como el folio de un escritor frustrado y sin ideas.

"¡Antonio, mis padres!"

¡No puede ser! ¡Soy muy joven para morir! Se apoderó de mí una aterradora sensación de angustia. Joder, ¿y ahora qué hago? Miré a mi novia y ella me miró a mí, pero tras unos segundos de incertidumbre, nos dimos cuenta que observarnos el uno al otro sería de poca utilidad.

"¡Rápido. Métete en el armario!"

Y tras decir esto mi chica volvió a salir de la habitación y cerró la puerta tras de sí.

Yo me quedé paralizado durante unos segundos. De pie, en calzoncillos, con un calcetín puesto y otro no y toda mi ropa hecha un gurruño entre mis brazos. Miré el armario y luego me eché un buen vistazo. Es imposible que estas patas quepan ahí dentro, pensé, no cabré. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta y me lanzé de lleno a ese oscuro abismo que podía ser mi salvación. Y resulta que sí que cabía. Me senté pegándome al fondo todo lo que pude y observé lo que había a mi alrededor. Pero sólo había ropa. Mientras estaba allí sentado pensé: joder, no me puede estar pasando esto. Estas cosas sólo ocurren en las películas. Sin embargo, mis pensamientos fueron interrumpidos por la puerta del dormitorio otra vez. Sentí unos pasos que me eran desconocidos y de pronto, la puerta del armario se abrió y alguien metió un bolso dentro. Y lo más increíble, ¡no me vio!

Unos minutos más tarde la puerta volvió a abrirse y una suave mano de mujer tiró de mi brazo y me arrastró hacia fuera.

"Antonio, he convencido a mi madre para que baje a ayudar a mi padre. Sal rápido. Coje tu ropa, sube a la planta de arriba, te vistes y cuando mis padres hayan entrado te vas"

Y así fue como acabe desnudo en las escaleras. Me vestí y con unos pelos de loco me fui a mi casa. Lo pasé fatal. Creo que la madre de esta chica lo sospechó todo desde el principio y por eso se fue y yo olvidé un calcetín dentro de la casa. Y es que la realidad supera a la ficción...

1 comentario:

  1. Jajajajajajajajajajajajajajaja
    Pobrecitoo
    Espero que a mí no me pase nunca jajajajajajajajajajaja

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